Un recién inaugurado estudio formado por tres diseñadores sin apenas experiencia previa se encuentra en la tesitura de ir en busca de potenciales clientes. Por estas latitudes es habitual, cuando se va de visita a la casa de alguien, llevarle algún regalo -un detalle decimos por aquí-. Partiendo de esta base trabajamos en la idea de un pequeño obsequio que nos sirviese como carta de presentación, como un pequeño concentrado de la filosofía que está detrás del estudio, pero que a la vez cumpliese una función para el obsequiado.
El resultado de ese proceso fue esta lata de conserva, que contiene semilla de hierba y sustrato vegetal. Con sólo abrir la lata y regarla obtenemos un pequeño jardín, un ferradiño de verde en medio del siempre especulativo espacio de trabajo.
Al emplear una lata como soporte tratamos de hacer referencia al sector conservero como germen del tejido industrial gallego -sector en el que el diseño pudo aportar mucho a lo largo de los años- pero también a la cuestión minifundista -pilar fundamental de la idiosincrasia gallega, mal que nos pese-. La carga funcional recae en la hierba, cuya capacidad de actuación sobre los cinco sentidos trata de llevar la ergonomía a ámbitos que van más allá de lo estrictamente biomecánico.